lunes, 18 de octubre de 2010

MAÑANITA DE LUNES FRENTE A MI VENTANA


Qué hermoso sol que entra por mi ventana, desde donde veo mi magnolia ya completamente cubierta de hojas, me encanta ver su desarrollo durante el año. Su absoluta desnudez en el invierno, cuando parece casi un tronco seco, al comenzar la primavera cuando se llena de capullos rosados y ahora y durante todo el verano, toda su copa absolutamente verde, amo a mi magnolia, se nota?

Es que es un árbol noble, es ya antiguo estaba en mi casa cuando la compraron mis padres, hace casi cuarenta años. Desde entonces vivo en ella y mi magnolia siempre conmigo. Es noble porque nos da una hermosa sombra en el verano, en un tiempo cuando había un auto en esta casa (el mío compartido con mi ex) la magnolia servía para atemperar los fuertes calores emandados de ese sol tan cercano. Y en primavera, mi árbol me muestra los más hermosos capullos rosados que pueda encontrar, de lejos se ve un árbol de tronco gris y copa rosada ¿no es preciosa?

Y los días como hoy en que me levanto más temprano y me conecto enseguida, bueno entre ella y el leve y delicado sol de la mañana, me hacen sentir que la vida tiene pequeñas y hermosas cosas para ser vividas, que este sol y esta vista de mi magnolia tengo que guardarla en mi retina, porque no sé hasta cuándo podré disfrutarlos... la vida es tan rara... tan insospechada a veces... de hecho reconocidamente efímera aunque se viva noventa años. Porque qué son novena años en la historia de la humanidad? Nada, un grano de arena y sin embargo... es tanto tiempo para la vida de una persona...

Ayer justamente pensaba eso, pensaba que lo bueno de ser grande, de ser madura, de haber vivido ya cincuenta y siete años, me deja eso como saber, como aprendizaje, cuánto he podido conocer, ver y aprender a lo largo de ésos cincuena y pico de años y lo que tiene de mejor aún, por lo menos en mí, es que lo noto, lo siento y lo valoro.

Yo me doy perfectamente cuenta de qué diferente soy y pienso, en muchas cosas, a mi hija de 24 años, me doy cuenta de que a pesar de amarnos tanto, yo ya he vivido tantas de sus actuales ciscisitudes... y la veo haciéndose pequeños problemas y me digo, "...yo ya viví eso... yo ya sé por qué es, qué se siente y cómo y cuándo termina..." Es maravilloso, parece mágico, pero no lo es, es simplemente... experiencia de vida.

Mirar el sol de la mañanita y mi linda magnolia me llevaron a todas estas cavilaciones, me gusta tenerlas y poder expresarlas aquí, aunque nadie las lea, quedan grabados pensamientos de una mañana de octubre en que estaba particularmente meditativa, sensible y melancólica... por algo me llamo Melan.

miércoles, 6 de octubre de 2010

BREVE ELOGIO DE LA MELANCOLÍA

Vea, yo se que es poco seductor un texto con este título, que estamos muy ocupados en vivir como para leer extravíos filosóficos de incierta utilidad. Aún así, dese una vuelta por estas líneas: quiero decirle algo sobre la tristeza.
Si hay una palabra con mala prensa, esa es tristeza, dudoso privilegio que comparte con culpa, pesimismo o angustia, por citar algunas de las más vergonzantes en un mundo donde el logro de la felicidad es una obsesión.
Bajo la tiranía de lo individual y del narcisismo no hay sitio para los que tenemos el mal gusto de ponernos tristes o melancólicos. La tristeza es propia de los “perdedores” y dígame: ¿quien desea integrar ese equipo de infelices?
La felicidad ha sido entronizada como ciencia y como industria. Cualquier muestra de congoja o el más módico pesar son interpretados como antesala de la depresión y disparan andanadas de Prozac y Rivotril, mientras los pregoneros de la belleza y la juventud alzan sus voces contra la pena y el tiempo armados de botox, colágeno y siliconas.
Dígame: ¿alguna vez no dudó sobre la perfección de algunas redondeces?
El imperio de lo redondo y plástico se ajusta a la imagen que propone la globalización, figura que evoca un globo inflado, abundante pero a la vez hueco y vacío, resbaladizo y frágil.
Ni el mismo Aldous Huxley hubiera imaginado un mundo tan feliz, saciado de gente en apariencia dichosa pero abundante en deprimidos.
Sostener una vida sin desdichas resulta muy costoso, la tristeza extirpada por mandato cobra su deuda en depresiones, fobias y ataques de pánico.
Créame: cuando eliminamos la tristeza suprimimos el pensamiento y lo convertimos en la primera víctima del poder que, camuflado de globo, se desvela por mantenernos ocupados y mejor aún enfrentados.
Dice un personaje de un cuento de Dolina:…“Casi todos los aparatos y artificios que el hombre ha inventado para producir alegría suspenden toda reflexión: la pirotecnia, la música bailable, las cantinas de la Boca, el mete gol, los concursos de la televisión, las quermeses”...
Es mejor no pensar proclaman los evangelistas de la felicidad y hordas de psicólogos positivistas cuelgan en la Web pasacalles con leyendas como: “Prohibido estar Triste” o “Si algo no tiene solución, para que hacerse problema”… Mire, negar la tristeza es tan absurdo como negar el dolor físico. Ambos nos alertan, uno nos hace críticos y sujetos de la duda, el otro nos avisa sobre las amenazas de daño corporal.
¿Sabe cual es el problema?: hay quienes confunden alegría con anestesia, así como otros ven en la esperanza un plazo fijo.
Haga una prueba: consiga un cuestionario de síntomas de la alegre Comisión Mental de Nueva York y llénelo. Si Ud. admite que siente poco interés por las cosas, que duerme mucho o muy poco, que tiene escasa energía y apetito o padece problemas para concentrarse: Ud. es un depresivo. Resulta irrelevante si lo echaron del trabajo, si su mujer lo engaña con el plomero o si no le sale ni un crucigrama: Ud. está deprimido.
La psiquiatría de la globalización ha trasformado la pena normal en trastorno depresivo. Contradiciendo al globo de superficie lisa y afable, el mundo que habitamos tiene una corteza áspera, poblada de escollos. Ser humano significa reaccionar con sentimientos tristes a esos escollos o adversidades, superarlos y crecer con cada experiencia.
No se preocupe: la tristeza está porque nacimos, es el resultado de la conciencia que todo hombre tiene de su muerte. Una vida plena solo es posible cuando aceptamos que tenemos fecha de vencimiento. Si, si, ya se... es verdad que en ocasiones estaremos tristes, pero ¡pensantes!
Admitir nuestra caducidad es el paso necesario para convertirnos en personas que abandonan la fantasía de ser únicos -como todos nos soñamos- y aceptar la alteridad: Solo somos con y entre otros, aunque haya que ir a las reuniones de consorcio...
Es urgente por estos tiempos, una buena dosis de tristeza que nos descentre, nos permita reconocer a los demás y nos recree como sujetos críticos. Tengo que ir a mis sesiones de pilates, masaje capilar y tonificación glútea.
Si no estuviese tan apurado hasta me animaría a escribir como lo hiciera Flaubert: «Para ser crónicamente feliz, uno debe ser también absolutamente estúpido».

Jorge Paladino.




Nota de la administradora del blog: Este artículo llegó a mí a través de una amiga muy querida Juana María Molina y como me identifico mucho con él y me parecen importantes sus conceptos, creí apropiado publicarlo aquí para compartirlo y así lo hice.


Melan.