sábado, 20 de agosto de 2011

Los primeros



Cuando aquel invierno todo fue gris, ella no pudo más que encerrarse en su cueva en la montaña, su pequeño crío berreaba continuamente, ella trataba de calmarlo con aquellas pequeñas gotas blancas que salían de su pecho, pero ya casi no salía nada, hacía varios días que no comía y se sentía cansada y algo muy fuerte le dolía en ese lugar debajo de donde salía el líquido para que tomara el crío.


Él había salido a buscar algo para comer pero las bestias eran escasas, el frío se lo llevaba todo, y la bruma gris hacía que ni los bichos para comer resistieran.


Ambos temían a que la tierra echara fuego por ese hueco que tenía de donde ahora venía esa cosa que llenaba el aire.


Ella se recostó sobre la piedra fría, la piel que la cubría ya estaba gastada pero había dejado la más nueva para el recién llegado, ella sabía que sentiría eso tan feo que se siente cuando se oye ese ruido entre los árboles.


Él volvió con algunos de los bichos que andan por el aire, fue lo único que pudo conseguir, gracias a algunas piedras, sabía que no alcanzaría para tanta hambruna, pero era algo. Enseguida se lo llevaron a la boca y vorazmente lo terminaron, el crío se durmió chupando el líquido blanco del cuerpo de ella y los tres se abrazaron fuerte y se apretujaron uno al otro mientras la tierra rugía y algo muy rojo y muy grande salía del fondo de la tierra, no estaban tan cerca pero tampoco tan lejos como para creer que no les llegaría el líquido rojo y caliente, su esperanza era el líquido que los separaba, rogaban a alguien que eso rojo se detuviera allí.


Se abrazaron más fuerte que nunca y esperaron. En sus mentes había muchas preguntas y ninguna respuesta, sólo miedo y desconsuelo. Miraron al cielo con la esperanza que lo que caía a veces y ellos juntaban para tomar sirviera para tapar eso rojo que salía del hueco de la tierra, se cubrieron con todo lo que él había sacado de las bestias y les servía para taparse, confiaron en el líquido que los separaba y se quedaron muy juntos y en silencio, mientras la tierra bramaba.






Melan.

2 comentarios:

  1. Una situación primigenia muy bien narrada, aunque me deja con la duda del final... querría que se hubieran salvado, pero eso rojo es demasiado potente y arrasador.
    Un beso enorme.

    PD: Hay veces que no sé muy bien cómo agradecer las bellas palabras que dejan en mi espacio. Las que dejaste en mi última entrada son de esa clase: halagadoras, sinceras y, posiblemente, inmerecidas, pero gracias.

    ResponderEliminar
  2. Todos los halagos son merecidos para vos Humberto que sos un muy buen escritor. También un halago es para mí que vos me dejes este comentario en mis pininos de cuentos o algo parecido. Sí, seguramente me faltó un buen remate, bueno en realidad quise que quedara a la imaginación del lector si el río los salvaba o no. A lo mejor no fue buena idea. Tengo algunos otros escritos pero no me animo a publicarlos, me parece que no son suficientemente "publicables", pero esto que vos me decís en éste me ayuda mucho. Humberto, envidio tu manejo de la síntesis!! No sé por qué yo tengo que escribir tanto! Un abrazo y gracias.

    ResponderEliminar