domingo, 21 de noviembre de 2010

Siempre prematuro y doloroso

Cómo duele, sí duele mucho, en el corazón, en el alma, duele reconocer la falta de amor, el rechazo, el desapego total y hasta el odio de quien debería ser la persona que más me quiere en la vida, no es mi hija, gracias a Dios, pero después de ella debería serlo.
 Es muy probable que esté enferma, que su vejez de setenta y cinco años recién cumplidos la estén llevando a una senilidad a mi modo de ver prematura.
 No quiere atenderse, no me hace caso y no va al médico, pero me agrede y eso me duele mucho, tanto que me deja así de triste, así de deprimida, así de negada a esta vida que me tocó en suerte, en que todo fue prematuro, la partida de mi único hermano a los diecinueve años, la de mi hija a los dieciseis, la de mi padre a los sesenta y ocho y ahora la demencia senil de mi  madre a los setenta y cinco.
 No doy más.

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