domingo, 18 de septiembre de 2011

EL LABERINTO



Aún continúo encerrada en este laberinto al que no sé cómo llegué. He podido cambiar algunas cosas, como por ejemplo no angustiarme tanto por no poder salir de él. Sigo aquí, pero me he acostumbrado a caminar sin rumbo entre sus paredes y a veces sentarme en un recodo a mirar el cielo azul celeste.
Desde cualquier esquina de su recorrido sin fin escucho sonidos del exterior, ruidos de autos, personas que pasan, el trino de los pájaros, pero ya no llamo a nadie, porque siento que nadie podrá decirme dónde está la salida. Ya aprendí que tengo que encontrarla yo sola.
A veces lo vuelvo a intentar pero si no lo logro, no me pongo inquieta ni nerviosa, ni siquiera triste, creo que hasta he hecho de mi laberinto un lugar lejanamente cercano a lo agradable. Una se acostumbra a todo en esta vida.
Además, a veces me me digo ¿Salir? ¿A qué? Si no tengo nada que hacer afuera de este lugar, nadie me espera, nadie me necesita, nadie escuchará mis penas ni curará mis dolores del alma, entonces mejor no me hago problema y mientras no pueda encontrar el camino me quedo aquí.
Por suerte llevaba tizas de colores en mi bolso y con ellas estoy pintando todas las paredes, les hago dibujos y marcas que me indican que por allí ya pasé, así, pienso, quizás... alguna vez encontraré cómo salir de este lugar al que tengo sólo una vaga idea de cómo y por qué llegué.




Melan.

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